Nuestraldea

Nuestraldea

El hombre nace como un «cachorro humano» que necesita de otros seres de su misma especie para poder sobrevivir e integrarse a la cultura. Seres con los que compartirá cada una de los momentos de su vida.

Hoy nos detendremos en una de estas etapas: la adolescencia.

En primer lugar tenemos que tener presente que el hoy adolescente ha llegado a ser quien es a través de un proceso iniciado con anterioridad a su gestación. En aquel momento en que fue concebido, y aún antes, comenzó a conformarse un espacio que lo estaría esperando. Puede ser un lugar sumamente acogedor, o sólo un espacio de deshecho, pero siempre existe un lugar.

Tengamos en cuenta algo que se presenta con excesiva frecuencia: pensamos en los adolescentes, los concebimos como un grupo homogéneo, como si no fueran seres en búsqueda de su identidad.. ¿Por qué tratamos a los adolescentes como si fuesen «todos iguales» si nosotros reclamamos nuestro derecho a ser considerados como seres singulares por los demás?. No creo que los adultos nos pensemos, a nosotros mismos, como iguales a otros adultos, más allá de ciertas características «esperables» a cierta edad. Esta falta de reconocimiento de la singularidad no es sin consecuencias…

Estamos, entonces ante el adolescente de carne y hueso, del adolescente real, y no de la imagen que durante años forjamos en nuestro pensamiento.Esta imagen estalla, la realidad se presenta y nos cuestiona, nos interpela, nos hace dudar, a nosotros que estábamos tan cómodos en la posición del saber cuando, el ahora adolescente, era niño.

Como progenitores, en todos estos años, fuimos depositando -en el entonces niño- un cúmulo de expectativas con relación a lo que esperábamos que fuera y que no fuera. Es probable que no seas demasiado conscientes de los anhelos que colocamos con una mochila en ellos. Éste es un momento oportuno para verlo…¿estamos pensando en él/ella o en nosotros?

Por otra parte la sociedad de hoy no tiene las mismas característica que la de «nuestra adolescencia».

Muchas veces creemos que es posible pensar una desde la otra, y llegamos a decir aquella frase que esperábamos no recitar «cuando yo tenía tu edad…». Claro, cuando yo tenía tu edad, todo era diferente, nuestros padres eran diferentes, lo que se escarba de nosotros era diferente, la sociedad era diferente. No digo mejor ni peor. Los mensajes son, con frecuencia contradictorios: sos grande para esto, pero chico para esto otro. ¿Cómo no estar confundidos si tal vez nosotros somos los primeros en estarlo?

Muchos matices presenta esta etapa en la que cada uno buscará definir su identidad.

Es un momento en el que podemos reconocer un gran caudal de omnipotencia, que por un lado, lo ayudará a pensar que puede. Pero sobre lo que tendremos que estar alertas ya que lo podrá llevar a creer que todo lo puede. ¿Quién de no experimento la sensación de que era todopoderoso alguna vez, o su contrapartida: que hiciese lo que hiciese nada le salía como deseaba?.

¿Qué podemos hacer entonces?

Si bien la familia tiene por función oficiar de apoyo, de sostén, lo que tenemos que tratar es que cada uno de estos seres singulares se vayan haciéndose cargo de sus decisiones.
Podemos ayudarlo a ver los problemas, orientarlos, pero no deberíamos solucionarlos por ellos ya que de ese modo estaríamos sosteniendo un vínculo infantilizado.

La tarea no es sencilla y demanda tiempo para escucharlos, para acompañarlos.
Muchos estarán pensando que las ocupaciones actuales se lo impiden, pero el momento es hoy, mañana solo tendremos añoranzas por lo que ya pasó.

Será interesante escucharlos, por lo que los invito a enviar sus opiniones, ideas, acuerdos y discrepancias.
Creo que debemos tratar de que ellos no sean nuestra imagen en el espejo, de respetarlos, pero no debemos ni podemos dejar de lado nuestro rol de padres. No creo que tengamos que ser amigos. ¿Ustedes se imaginan amigos de sus padres? Claro que todo ha cambiado, pero tratemos que los cambios no nos hagan perder el rumbo
No nos quejemos tanto de lo que ellos no hacen o hacen de un modo que no deseamos, en su lugar tratemos de ver qué hicimos nosotros para que la situación se modifique o qué podemos hacer ahora.

Siempre hay algo por hacer.

Los espero.