Nuestraldea

Nuestraldea

1.     Construya, con creatividad y compromiso, el marco teórico que fundamentará su práctica educativa.

Aunque piense que cualquiera con un poco de buena disposición y talento natural puede enseñar, sepa que se está enfrentando a un desafío que demandará de usted reflexión, investigación, estudio.  En efecto,  resulta fundamental que comience por reflexionar acerca de la naturaleza de los complejos procesos de enseñanza y aprendizaje. Para ello, trabe contacto con  diferentes posiciones que desde la neurobiología, psicología, sociología, historia, economía y otras disciplinas tematizan la complejidad de  la educación. Siéntase en libertad de explorar, analizar, criticar, juzgar. Trate de construir una estructura teórica que le permita explicarse a usted mismo y luego comunicar a los demás qué entiende por aprendizaje, conocimiento, enseñanza, educación.

Recuerde que las explicaciones posibles para un sector del mundo social –como lo es el de las prácticas pedagógicas- son siempre históricamente situadas, abiertas, flexibles, ancladas en  culturalidades precisas. A pesar de lo cual,   no se prive de tomar posición: lejos del dogma, pero con sólidas convicciones, hará mejor su tarea si  entiende para qué, por qué, para quién, contra quién, a favor de quién, en post de qué la realiza.

 

2.     Asuma las dimensión ético-política de la  práctica docente.

Puede que usted considere que está abrazando una profesión ideológicamente neutral, cuya única responsabilidad consiste en la transmisión de saberes relevantes en el seno de una cultura. Puede, incluso, que estime que el aula es un recinto aséptico dentro del que los posicionamientos  de los agentes involucrados quedan suspendidos en función de procurar las condiciones necesarias para la adquisición de conocimiento serio y fundado.

Sin embargo, todo  conocimiento –en tanto producto cultural-  es necesariamente sesgado: imbricado en una matriz económico-socio-política específica que lo ha trabajado y determinado, emerge como resultado de luchas de interés, acceso desigual a recursos de financiamiento, compromisos con instituciones sociales determinadas. Y el conocimiento que se produce en las escuelas, universidades y academias de diversa índole no constituye excepción alguna.

Usted descubrirá pronto que la neutralidad es imposible cuando se asume un rol en la educación: verá que la institución para la que trabaja favorece la circulación de ciertos saberes y  silencia la emergencia de otros, entenderá que usted mismo deberá tomar partido acerca de qué contenidos enseñar y cómo enseñarlos, se asombrará ante la plétora de mundos que convivirán en sus clases, los saberes con los que los estudiantes han aprendido a jugar sus vidas y que, en pugna y comunión, poblarán el discurso y normativizarán las conductas.

En fin, acabará descubriendo que ser educador es operar dentro del ámbito de la formación de libertades que  anhelan afirmarse,  narrarse,  hacerse biografías e historia. Esas libertades en proceso formativo están emplazadas en un contexto natural y social particular, dentro del que deberán realizar su proyecto de afirmación en contacto con sus congéneres. Las decisiones que adoptarán en función de operar sobre tal contexto implican intervención políticamente direccionada: diálogo, negociación, consenso, lucha. Esas libertades –al igual que la suya- adoptan valores reguladores de la conducta, los revisan, los confirman, los transgreden. Como ve, la moralidad y la politicidad, por tanto, son dimensiones ineludibles de las interacciones pedagógicas e institucionales.

 

3.     Sepa anticipar y organizar para poder improvisar.

La tarea a la que se enfrenta demandará de usted un alto grado de capacidad de planificación, previsión, organización, estructuración. Aunque, como usted mismo comprenderá, la flexibilidad y la improvisación constituyen habilidades esenciales para el éxito en la enseñanza, ellas no operan sobre el vacío, sino sobre un horizonte de expectativas bien establecido. Por lo que le sugiero que:

  • Luego de unas semanas de diagnóstico durante las que tendrá la oportunidad de conocer a los estudiantes con los que trabajará, sus saberes previos, sus intereses, sus esperanzas, sus frustraciones, usted tendrá que trazar las líneas maestras de la ruta formativa que los invitará a recorrer. La programación que realizará no constituye un mero acto burocrático, enunciaciones vacías efectuadas con el propósito de complacer autoridades. Antes bien, representa su oportunidad de explicitar frente a usted mismo y la comunidad, qué tipo de experiencias de aprendizaje piensa que tendrán lugar en sus clases. Con seriedad y compromiso, piense y redacte un proyecto que incluya toda la información relevante (fundamentación, propósitos, objetivos, contenidos, bibliografía, estrategias metodológicas, sistema de evaluación, etc.) Tenga presente que la coherencia interna  de los diferentes componentes de su programación es un prerrequisito para la coherencia de la práctica. Anticipe que no existirán fuerzas mágicas que ordenen lo que usted no puede ordenar ni pongan consonancia dentro de contradicciones que usted no ha sabido asumir y trabajar.
  • Nunca vaya a clase sin haberse tomado el tiempo de pensar qué objetivos, propósitos, contenidos, actividades, recursos y materiales serán empleados.  Instrumente los medios necesarios para garantizar que los materiales y recursos que necesita para desarrollar su clase estarán  a su alcance y al alcance de los estudiantes.
  • Intente diseñar e implementar clases en las que los segmentos inicial o de presentación, de desarrollo y de revisión y cierre estén debidamente planificados, ejecutados y señalados. La atención y la memoria son condiciones de posibilidad de cualquier aprendizaje significativo. El orden – no monolítico, sino estructurante y flexible- que usted sepa dar a sus clases será de inestimable ayuda para que sus estudiantes tengan la posibilidad de ejercitar sus habilidades de prestar atención y  almacenar información en la memoria.

 

4.     Sea un profesional deseante y motivador: desee enseñar y entable diálogo con el deseo (o la ausencia de deseo) de aprender de sus estudiantes.

Lo estudiantes no son máquinas: son biografías en primera persona. Además de atención y memoria, para aprender necesitan deseo. Si bien es cierto que, dueños del fluir de su libertad, los estudiantes no son sujetos pasivos sobre los que podemos infundir impulsos motivacionales a nuestro antojo, existen algunas acciones y actitudes nuestras que pueden, cuanto menos,  o bien crear las condiciones de posibilidad para el desarrollo del deseo de aprender o bien evitar  entorpecerlo, obstruirlo o inhibirlo. Le presento sólo algunas de ellas:

  • En la medida de lo posible, sólo enseñe contenidos y use estrategias metodológicas que le interesen  y de cuyo valor e importancia se encuentre seguro. Nuestra propia actitud positiva frente a lo que enseñamos y cómo lo enseñamos favorece valoraciones entusiastas por parte de nuestros estudiantes.
  • No enseñe ningún contenido, implemente ningún recurso metodológico, emplee ningún material, sugiera ninguna bibliografía ni utilice ningún instrumento de evaluación acerca de cuya solvencia, valor y relevancia no pueda dar cuenta frente a sus estudiantes. Puede que el adagio “ya lo entenderás en el futuro”  comunique cierta sabiduría existencial, pero indudablemente obstaculiza el deseo presente de entender y comprometerse.
  • Conozca a sus estudiantes, manifieste interés por sus biografías e intereses, entienda y respete sus modalidades propias de aprendizaje, favorezca el desarrollo de sus capacidades, realice adaptaciones curriculares pertinentes. Recuerde que, a pesar de que la escuela ha surgido como institución homogeneizadora y masificadora, al servicio de la reproducción del capital y sobre la base de la deshumanización de los agentes intervinientes en el proceso educativo, usted puede y –ojalá así lo crea- debe politizar su actividad en sentido contrario. Además de lo cual, el saber que adquirirá sobre sus estudiantes será de inestimable utilidad para la planificación e implementación de sus clases.
  • Siempre asegúrese de que los contenidos que propone a sus estudiantes tengan la capacidad de ser significativos para ellos.  Diagnostique adecuadamente el tipo de saberes previos necesarios para que los nuevos saberes que enseña puedan ser incorporados en las estructuras cognitivas de sus estudiantes. Provea los recursos necesarios para construir  saberes ausentes. Una vez más, conozca el mundo natural, cultural y social de sus estudiantes: tal como enseñaba Paulo Freire, la lectura del mundo precede a la lectura de la palabra. Ningún objeto de conocimiento puede ser significado si es experimentado por los aprendices como irremediablemente ajeno a sus expectativas, necesidades, intereses, vivencias y experiencias concretas.
  • Ofrezca la posibilidad de que sus clases sean un ámbito en el que las libertades que se están formando se expandan, se experimenten, se interrelacionen. No decida siempre por sus alumnos y alumnas. Reserve algunas áreas de la clase en las que la voz individual y la negociación democrática sean las encargadas de adoptar medidas y ejecutarlas.  Fomente la toma de decisiones autónoma y la asunción de las consecuencias. Bríndese como guía, como compañero de camino, como asesor, como colaborador, como incentivador de la libertad, pero jamás adopte el rol de carcelero o  guardián.
  • Favorezca los refuerzos positivos, los incentivos. Y trate de que el término “castigo” no forme parte de su vocabulario profesional. Frente a las transgresiones, emprenda una lectura lúcida de las razones que las motivan, intervenga creativamente, dialogue, formalice compromisos de colaboración, negocie pautas de resarcimiento y mejora.
  • Manifieste altas expectativas con respecto a la capacidad de aprender de sus estudiantes. Convénzase de que cada uno de sus alumnos desarrollará estrategias de aprendizaje que, en comunión con las estrategias de enseñanza que usted emplee, le permitirán construir conocimiento valioso. Siempre que sea necesario, explicite ese convencimiento a sus estudiantes, no sólo al nivel de las palabras, sino también en el plano de los hechos.

 

5.     Aprenda a diseñar e implementar estrategias metodológicas variadas y apropiadas para los diferentes contenidos que debe enseñar y las necesidades particulares de sus estudiantes.

Insiste Paulo Freire en Pedagogía de la Autonomía que enseñar –contrariamente  a lo que es usual en muchas instituciones educativas-  no consiste en transferir conocimiento, sino en crear las condiciones para que los estudiantes puedan construirlo. Ahora bien, “construir conocimiento”, lejos de implicar registrar y memorizar mecánicamente las características superficiales de los objetos que investigamos, supone recomponerlos en su razón de ser.

Un buen número de las clases a las que usted y yo hemos estado expuestos como estudiantes han sido insensibles a  posturas como las de Freire. Por lo que podría darse el caso de que su biografía estudiantil le haya hecho consolidar la teoría implícita de que la tarea del profesor se agota en la preparación de exposiciones detalladas  a través de las que se presenta y comunica a los estudiantes un objeto de saber pre-elaborado y listo para ser registrado y memorizado.

Si bien es cierto que la exposición razonada y  lúcida efectúa valiosos aportes a la actividad constructiva de los estudiantes, es radicalmente falso que ella constituya el único recurso metodológico que usted necesitará manejar con eficacia. En efecto, el aprendizaje de muchos de los contenidos que formarán parte de sus  programas no es favorecido apropiadamente por las exposiciones y demanda el empleo de otras estrategias. A lo cual cabe agregar que muchos estudiantes desarrollan aprendizajes más sólidos si son expuestos a metodologías más activas.

En lo que a metodología y actividades de clase se refiere, no existe un manual de instrucciones acabado y definitivo. Por lo que usted necesitará contar con herramientas ricas y variadas. Existe una nutrida literatura acerca de estrategias metodológicas y recursos de aula. Consúltela, examínela críticamente, ensaye alternativas, decida con lucidez cuáles son apropiadas para los diferentes contextos en los que se desempeña. Nunca emplee sólo las estrategias que le resultan cómodas y fáciles de preparar. Antes bien,  con seriedad y compromiso opte por las que las situaciones concretas de sus clases demanden. En la medida de lo posible, priorice las metodologías activas e indirectas (es decir, aquellas en las que las acciones y experiencias de los propios estudiantes, en interacción con la guía  e incentivo que usted sabrá proveer, constituyen los dispositivos de aprendizaje fundamentales.)

Los grupos de estudiantes son heterogéneos y multifacéticos. Suponer homogeneidad en una clase es una de las más lamentables hipocresías de la educación institucionalizada. Sepa, por tanto, que cada estudiante presenta ritmos y  estrategias de aprendizaje personales e idiosincráticas. No sienta temor de posibilitar que diferentes estudiantes aborden los objetos de conocimiento  a través de recursos metodológicos diversos. Para muchos, por ejemplo, sus exposiciones podrían ser de utilidad inestimable. Para otros, la indagación en primera persona podría constituir una mejor alternativa.